Tel Aviv

La primera semana de nuestro viaje por Israel la pasamos básicamente viajando de Kfar Sava a Tel Aviv.



Tel Aviv es una metrópolis super moderna con sus bares, callecitas y barrios cools y modernos que no tienen nada que envidiarle a Palermo Viejo (Buenos Aires) o al Born (Barcelona). Más allá de su modernidad tiene zonas con mucho carácter, como el Yemenite Quarter o el Shuk haCarmel, un gran mercado donde se vende desde un par de medias hasta las especies más coloridas que a uno se le ocurran.


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Además de playa y falafels (primera palabra que aprendimos a leer en hebreo), también hicimos vida cultural: visitamos el museo de la Hagana y el de la Diáspora. El primero hace un recorrido por la historia de lo que fue la previa a la formación de las IDF (Fuerzas de Defensa Israelíes) antes de su consolidación como estructura legal que se dio con la creación del Estado de Israel en 1948. El segundo es un enorme museo en el campus de la Universidad de Tel Aviv, que cuenta el éxodo del pueblo judío a lo largo del tiempo. Nos fue bastante difícil encontrarlo debido a nuestra incapacidad de pronunciar su nombre (Bet Hatfutsot), primer palabra que aprendimos a decir en hebreo, después de aprender a contar hasta diez y decir "gracias", por supuesto.



Nuestro primer fin de semana transcurrió en familia, con visitas a Zichron Ya'acov, uno de los primeros asentamientos sionistas en Palestina, y a las cuevas Sorek, encontradas por accidente, repletas de impresionantes estalactitas y estalacmitas. Las cuevas están cerca del pueblo árabe de Abu Gosh, donde probamos el mejor humus hasta la fecha. Vale aclarar que en este país cada pueblo y cada restaurant dicen tener "el mejor humus de Israel".

Y en busca de nuevos y mejores sabores, nos fuimos hacia el sur, al desierto del Negev, donde dejamos atrás la ciudad y nos sumerjimos en paisajes increíbles.